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En la era de las imágenes, en la que el valor de la forma expresiva se mide esencialmente a través de la apariencia, la utilización del cuerpo como modo de comunicar con lo externo adquiere gran importancia. Al igual que sucedía en la época primitiva.



El antiguo arte del PIERCING (del verbo inglés "to pierce", perforar) se vuelve a descubrir y a valorar. Se ha transformado en un fenómeno de moda pero nace de un movimiento de ideas y por este motivo despierta en la mayor parte de las personas desconfianza, rechazo o miedo, al contraponerse a la cultura occidental de los últimos siglos.

Si bien en Europa sigue despertando cierto interés, se calcula que en los Estados Unidos un 10% de la población tiene un agujero con joya en alguna parte de su cuerpo.

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Pero es mucho más que una simple decoración estética, el piercing tiende a explorar la zona de sombra que existe entre la esfera física y la psíquica, en la búsqueda de una libertad expresiva que hay que recuperar dando vida a deseos latentes. No se practica por el deseo de pertenecer a un grupo, si bien es inevitable que suceda.

Piercing

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